Ni dentro ni fuera de las jaulas. Está claro que los pobres pericos (loros, loris, loriquitos y demás nomenclatura) tienen las alas cortadas en el Reino Unido. Considerados una grave amenaca para la fauna autóctona, los ejemplares silvestres incluso podrían exterminarse de forma masiva antes de que su número siga aumentando.
Su excepcional belleza, su hipnotizador colorido no parece ser suficiente para salvarles la vida a estos animales asilvestrados, originarios de América del Sur. ¿Su pecado? Expandirse y poner el jaque el equilibrio del ecosistema autóctono. En concreto,se les acusa de atacar a la fauna nativa y dañar los cultivos de alimentos.
Estos pajaritos que ahora surcan los cielos británicos son los descendientes de otros a los que se les abrió la puerta de la jaula, y que lograron adaptarse a la naturaleza del sur de Inglaterra, allá por los años noventa. Una adaptación que, por cierto, el Departamento de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales (DEFRA) ve con malos ojos.
El perico monje (Myiopsitta monachus) es una de las especies más vigiladas, y aunque su población no supera los 150 ejemplares en todo el país, el DEFRA pretende exterminarlos para evitar su aumento: “Esta espécie invasora ha causado daños importantes en otros países y queremos prevenir que esto ocurra en el Reino Unido”, manifiestan. Por contra, los conservacionistas han pedido la reubicación de los animales y de sus nidos a algún lugar donde no representen una amenaza para el entorno, como, por ejemplo, la Real Sociedad Protectora de Aves (RSPA).
fuente: ecologiablog
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